Un año más, o un año menos… depende.
Esa era la frase más repetida entre los veteranos
que acudimos a la Escuela Militar de Paracaidistas “Méndez Parada” emplazada en
Alcantarilla.
Lo cierto es que se conmemoró el primer salto desde
un avión hace 65 años en España, cuya celebración se repite año tras año el
último viernes del mes de enero.
Todos los veteranos que estábamos conmemorando
habíamos pasado por esa encrucijada: apretar los machos y saltar como lo hizo
el capitán Echevarría, el primer español en lanzarse en España, y desde el
mismo avión: el Junker 52.
Nos sentíamos orgullosos de haber realizado la
misma gesta que el capitán; sin duda que los teníamos bien puestos.
-¿Acaso no ha sido el capitán Salas el primer
paracaidista español? –pregunta un veterano.
-Sí, pero en la Argentina; en España ha sido el
capitán Echevarría –responde uno de los veteranos.
-¿Has visitado la ‘pava’? –pregunta uno entrado en
carnes y canas.
-Sí, y me temblaron las piernas –responde riendo.
La Base era una fiesta. Veteranos del Ejército del
Aire, civiles y militares, contaban sus batallitas alegremente entre risas y
jolgorio. Los presentes revolvían sus cuellos y estiraban la vista hasta donde
les alcanzara con la intención de reconocer a algún compañero de curso.
-Oye, ¿ese no es el Cabo Bonilla?
-De Cabo nada; ¡Comandante Bonilla!, además
condecorado –responde uno, presumiendo de que habían sido del mismo curso.
-Y aquel, ¿no es el Cabo Royo?
-Te vuelves a equivocar –indica otro –Es el Comandante
Royo, y es de mi curso, el 213.
¡Santo cielo! ¡Cómo había llovido! Antaño fueron
jóvenes e ilusionados mozos, hoy no tanto, pero lucen estrellas en el uniforme.
Por la Escuela habían pasado todos, y el pequeño
grupo de veteranos Instructores miraban por doquier intentando recordar quién
era quién.
-¿Ves aquel Brigada barrigón?... no recuerdo su
nombre…
-Sí, sé a quién te refieres –dice el otro meneando
la cabeza sonriendo por lo bajini –La primera hostia me la dio él.
-¿Sí? –pregunta riendo –¡Cuenta, qué pasó!
-Yo era recluta y me preguntó por su nombre… y como
no lo sabía, ¡zas!, un guantazo que me hizo bajar las escaleras rulando.
-Ja, ja, ja… ¿te atreves ir a saludarlo?
-¡Pues claro! ¡Vamos!
Allá que van en busca de soltador de hostias.
-¡A la orden mi Primero…!
-¿¡Primeroooo!?¿¡Quieres ir a cocinaaaa,
reclutaaaaa!? ¿Estos galones son de adorno? ¿¡Eimmmm!?
Risas, muchas risas.
Después de la presentación y saludos, el viejo
brigada no tenía ni la menor idea de quienes éramos; habrán sido tantos los guantazos
que soltó entre los reclutas que para él simplemente éramos una gota en el
océano.
De pronto aparece el Primero Imbernón, ahora
teniente, alma mater de la Asociación de Veteranos Paracaidistas del Ejército
del Aire (ASVEPAREA); es uno de los pocos que su fisonomía no ha cambiado,
sigue inconfundible. Ocurre lo mismo con el Primero Luque, todo un atleta
entonces. Hoy luce una figura recia en su elegante uniforme dejando ver un par
de estrellas en cada manga.
Los veteranos Instructores desgranaban uno a uno
sus recuerdos, buscando a conocidos entre la multitud.
-Mira, ese es el ‘Tuti’, de Segovia; lo destinaron
a Zapadores.
-Efectivamente, del 213 –confirmó uno de los
Instructores.
-Y aquel es Miki, Federico Manresa… ese se quedó
con nosotros, en Instructores.
Los viejos Instructores saludaban y eran saludados
por innumerables veteranos; eran muchos los cursos que habían pasado por sus
manos, sin contar los del Ejército de Tierra.
-Tú me diste la instrucción –dijo uno acercándose
al grupo de Instructores, saludándolo con emoción –siempre recordaré mi primer
salto.
El Instructor no tenía la menor idea de quien era.
Fueron tantos los que pasaron…
-Es verdad; el primer salto jamás se olvida –dijo a
modo de disculpa al no recordar quien era.
-Es como la primera novia –añadió otro, entre
risas-. Jamás la olvidas…
Y era cierto.
Jamás se olvida el primer salto ni del Instructor
que adiestró al paracaidista en ciernes.