El tiempo parecía detenerse mientras esperábamos, cada minuto se extendía como una eternidad. Escuchábamos los sonidos de la base militar a nuestro alrededor, observábamos los aviones despegar y aterrizar, sintiendo la adrenalina correr por nuestras venas ante la perspectiva de lanzarnos al vacío desde las alturas.
Las miradas entre nosotros reflejaban una mezcla de determinación y nerviosismo, pero también de camaradería y apoyo mutuo en aquella situación desconcertante. Todos compartíamos el mismo sueño de volar, de desafiar los límites y de probarnos a sí mismos en una experiencia única y desafiante.
Finalmente, la voz del sargento rompió el silencio, llamándonos a la acción y preparándolos para lo que vendría a continuación. Con paso firme y mente centrada, los jóvenes aspirantes nos dispusimos a enfrentar el reto que teníamos por delante, listos para descubrir lo que les deparaba el emocionante mundo del paracaidismo militar.
Lo primero fue raparnos el pelo, jejeje
